No sé si el presidente García coincidirá conmigo sobre la importancia estratégica del naciente ministerio del ambiente. No sé si coincidiremos en la estructura o en sus competencias, pero sí estaremos de acuerdo en un punto: el futuro y la salud de su hijo Federico Danton --como los de una coetánea suya, mi hija Valentina-- dependerán, en mucha medida, de esta nueva cartera.
La Comisión Brack ha terminado su labor de diagnóstico, análisis y propuesta, buscando concertar perspectivas disímiles y diversos intereses. Ahora, adiós comisionados, el ambiente está en manos del Ejecutivo. Algunos expertos tiemblan, y los ciudadanos también.
La preocupación es que --impuesto por la prisa del TLC y condicionado por la aprobación de un importante crédito como el de Camisea II-- el nuevo ministerio sea un reciclaje del viejo Consejo Nacional del Ambiente (Conam), una pseudoautoridad que nunca logró imponerse y ordenar el caos ambiental, simplemente porque no tenía ni la autonomía, ni las competencias, ni los recursos. En aquellas condiciones, se limitaba a promover el diálogo, pero no tenía capacidad para garantizar el cumplimiento de las normas y reglamentos ambientales.
La preocupación es que el futuro ministerio no tenga real poder sobre los recursos naturales, porque tres de los más estratégicos quedarían a cargo de otros sectores: el agua y los bosques en Agricultura, y el mar en Imarpe. La preocupación es que el nuevo ministerio no tenga la tan reclamada capacidad de fiscalización ambiental de las actividades extractivas y productivas (mineras, industriales, pesqueras, forestales), simplemente porque estas seguirán descuartizadas en los mismos sectores que se encargan de su promoción. La preocupación es que nazca un hijo ilegítimo y que, como tal, desde sus inicios carezca de la legitimidad necesaria para conciliar y resolver los numerosos conflictos ambientales que hoy ocupan innecesariamente la apretada agenda del primer ministro. Si el ministerio nace en estas condiciones, entonces simplemente se habrá desvestido a un muerto para vestir a otro.
Ministerio regulador o ministerio fiscalizador, ministerio grande o ministerio pequeño, minería adentro, minería afuera... ¿Qué esperamos del ministerio del ambiente? Parece que --por ahora-- el único consenso que existe es que el ministerio no sea un fantoche y que --para diseñarlo con criterio técnico en su estructura, estrategia, roles y competencias-- falta mucho debate por rebanar (con las autoridades regionales, con las municipalidades, con la sociedad civil, con el empresariado). La ruta más legitima es que el Congreso asuma esta tarea, construyendo el espacio de debate y aprobación de la legislación que sustente el sistema. Solo así el ministerio podrá ser diseñado con la capacidad real para incidir en los procesos de toma de decisiones, solo así los ciudadanos superaremos la desconfianza ante la (hasta ahora) ineficaz institucionalidad ambiental del país, solo así empezaremos a organizar un sistema que pueda contribuir estratégicamente al desarrollo del Perú y proyectarnos a una modernidad construida no solo basándose en indicadores económicos. Es el momento de aprovechar la oportunidad que tenemos para fortalecer la gestión ambiental del Perú. Federico y Valentina, en el futuro, nos lo agradecerán.
La Comisión Brack ha terminado su labor de diagnóstico, análisis y propuesta, buscando concertar perspectivas disímiles y diversos intereses. Ahora, adiós comisionados, el ambiente está en manos del Ejecutivo. Algunos expertos tiemblan, y los ciudadanos también.
La preocupación es que --impuesto por la prisa del TLC y condicionado por la aprobación de un importante crédito como el de Camisea II-- el nuevo ministerio sea un reciclaje del viejo Consejo Nacional del Ambiente (Conam), una pseudoautoridad que nunca logró imponerse y ordenar el caos ambiental, simplemente porque no tenía ni la autonomía, ni las competencias, ni los recursos. En aquellas condiciones, se limitaba a promover el diálogo, pero no tenía capacidad para garantizar el cumplimiento de las normas y reglamentos ambientales.
La preocupación es que el futuro ministerio no tenga real poder sobre los recursos naturales, porque tres de los más estratégicos quedarían a cargo de otros sectores: el agua y los bosques en Agricultura, y el mar en Imarpe. La preocupación es que el nuevo ministerio no tenga la tan reclamada capacidad de fiscalización ambiental de las actividades extractivas y productivas (mineras, industriales, pesqueras, forestales), simplemente porque estas seguirán descuartizadas en los mismos sectores que se encargan de su promoción. La preocupación es que nazca un hijo ilegítimo y que, como tal, desde sus inicios carezca de la legitimidad necesaria para conciliar y resolver los numerosos conflictos ambientales que hoy ocupan innecesariamente la apretada agenda del primer ministro. Si el ministerio nace en estas condiciones, entonces simplemente se habrá desvestido a un muerto para vestir a otro.
Ministerio regulador o ministerio fiscalizador, ministerio grande o ministerio pequeño, minería adentro, minería afuera... ¿Qué esperamos del ministerio del ambiente? Parece que --por ahora-- el único consenso que existe es que el ministerio no sea un fantoche y que --para diseñarlo con criterio técnico en su estructura, estrategia, roles y competencias-- falta mucho debate por rebanar (con las autoridades regionales, con las municipalidades, con la sociedad civil, con el empresariado). La ruta más legitima es que el Congreso asuma esta tarea, construyendo el espacio de debate y aprobación de la legislación que sustente el sistema. Solo así el ministerio podrá ser diseñado con la capacidad real para incidir en los procesos de toma de decisiones, solo así los ciudadanos superaremos la desconfianza ante la (hasta ahora) ineficaz institucionalidad ambiental del país, solo así empezaremos a organizar un sistema que pueda contribuir estratégicamente al desarrollo del Perú y proyectarnos a una modernidad construida no solo basándose en indicadores económicos. Es el momento de aprovechar la oportunidad que tenemos para fortalecer la gestión ambiental del Perú. Federico y Valentina, en el futuro, nos lo agradecerán.
El Comercio, 08/04/2008
1 comentario:
Bueno, qué chévere que se tomó en cuenta a Brack y que ahora hay un Ministerio del Ambiente con gente capaz...
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