Es una verdad apodíctica que la consagración de un destino turístico a nivel mundial exige el tratamiento ineludible de ciertas variables, una de las cuales es indefectiblemente la medio-ambiental. Principio que es potenciado exponencialmente cuando en países como el Perú la naturaleza ha sido extremadamente generosa gracias a la muralla andina, dándole a nuestro país una diversidad climática excepcional, en perfecta coherencia con su pluralismo cultural. Por tanto, hablar de medio ambiente implica forzosamente pensar en incentivar esa industria muy rentable e inagotable como es el turismo.
Sin embargo, se puede mirar esta misma dualidad en sentido contrario. Es decir de cómo la falta de consistencia en la preservación y restauración del medio ambiente puede afectar de manera sensible el inmenso potencial turístico que tiene la Nación. Por cierto, aquí no vamos a especular tendenciosamente, sino vamos a citar dos ejemplos concretos que sirven de prueba, entre muchos, para demostrar el carácter indesligable que tienen ambas variables, a fortiori si el turismo hacia lugares exóticos se ha convertido en un filón para los operadores turísticos dedicados al turismo de la clase A.
El primer caso tiene que ver con una importante "reserva amazónica" en el Parque Nacional de Tambopata (Puerto Maldonado). Luego de navegar por el río Madre de Dios, disfrutando de un paisaje excelso por lo casi virginal, se llega a una lodge en un recodo de este río donde el turista más exigente puede encontrar lo que desea. Pero, enseguida se va a dar cuenta de un ruido nefasto y persistente que se prolonga desde las 6 am hasta las 7 pm, tan fuerte y tan molestoso como el de un viejo generador de energía eléctrica. El lector se preguntará por la causa de esa grosera violación de un ambiente paradisíaco. Pues bien, no lejos de esa lodge, casi a la vista, existe una concesión minera para extraer oro instalada en pleno río Madre de Dios, con todo lo que esto implica, adicionalmente, en materia de contaminación de esas aguas secularmente puras a causa de la alta toxicidad del cianuro y de otras sustancias químicas incluidas en los relaves.
¿Intereses creados? ¿Torpeza de los burócratas que autorizaron esa concesión? ¿Parsimonia del Mincetur? ¿Cómo es posible que en un lugar donde debe rendirse culto a la naturaleza milenaria se haya dado luz verde a esos corsarios de la contaminación? ¿Qué cosa es más ventajoso para el Perú en este caso puntual de Madre de Dios? ¿Conservar ese patrimonio ecológico que es inagotable y que puede dar mucho más a las poblaciones adyacentes o de rematar su belleza basada en un delicado equilibrio ecológico a cambio de magros impuestos por un número mediocre de onzas de oro? Esta clase de turismo hacia lugares exóticos y casi vírgenes tiene enormes efectos multiplicadores. ¿Dónde está el Inrena? ¿Qué significa Parque Nacional para la gente pagada por el Estado en el Inrena?
El segundo caso está relacionado con el santuario de Machu Picchu. Muy cerca de esa maravilla mundial se ha construido el complejo "Machu Picchu Sanctuary Lodge" con vista al Huayna Picchu destinado a turistas exigentes que quieren darse el lujo de pasar algunas noches en el cielo del mundo gozando de los efluvios magnéticos de esa ciudadela milenaria. Empero, al parecer, las autoridades del lugar no han tenido mejor criterio que autorizar al frente de ese hotel el establecimiento de un paradero de buses, combis y taxis con su carga diaria de centenares de turistas (aproximadamente 2,500). Es de imaginar la bulla infernal que de seis a seis de cada día deben soportar aquellos turistas con habitaciones que miran a esa inusitada feria informal de viajeros. Y es de imaginar el fastidio de los turistas que hartos del ruido en su propia casa, tengan que sufrirlo en el lugar que menos esperan y, sobre todo, en ese hotel que al decir de un turista que conoció quien esto escribe "cuesta una pequeña fortuna"
¿Cómo así se pudo llegar a tamaño despropósito? Si la estructura geológica impuso esa opción, ¿no hay forma mediante el empleo de tecnologías sofisticadas que hoy se conocen que se pueda construir ese paradero a 500 metros antes de llegar a ese hotel? ¿Qué es lo que se quiere? ¿Privilegiar el turismo de mochileros? ¿Tienen las autoridades locales idea del enorme efecto multiplicador que dejaría el erigir a Machu Picchu en la Meca de todo turista que se precia de exigente?
Volvemos a lo mismo, la preservación del medio ambiente y el respeto del delicado equilibrio de los diversos y riquísimos eco-sistemas que tiene el Perú no solo tienen un valor en sí mismo, sino constituyen un componente esencial de los esfuerzos para convertir al Perú en un destino turístico obligado. Por eso, ahora que se habla, por fin, de crear un Ministerio de Medio Ambiente, nada mejor que sumarle la floreciente actividad del turismo por encontrarse ambos sectores de la actividad productiva íntimamente interrelacionados.
Se fomenta el turismo cultivando el respeto sacrosanto a las reservas naturales. La construcción de una imagen de acogida al turismo tiene que ser coherente y en interacción con el medio natural. No puede haber divorcio ni mucho menos un cruce temerario con la actividad minera, pues en términos estrictamente económicos mientras que la extracción de minerales tiene un plazo tope en el tiempo por agotarse el recurso, la actividad turística es inagotable, a fortiori si el celo por la preservación del medio ambiente se va perfeccionando año tras año.
Sin embargo, se puede mirar esta misma dualidad en sentido contrario. Es decir de cómo la falta de consistencia en la preservación y restauración del medio ambiente puede afectar de manera sensible el inmenso potencial turístico que tiene la Nación. Por cierto, aquí no vamos a especular tendenciosamente, sino vamos a citar dos ejemplos concretos que sirven de prueba, entre muchos, para demostrar el carácter indesligable que tienen ambas variables, a fortiori si el turismo hacia lugares exóticos se ha convertido en un filón para los operadores turísticos dedicados al turismo de la clase A.
El primer caso tiene que ver con una importante "reserva amazónica" en el Parque Nacional de Tambopata (Puerto Maldonado). Luego de navegar por el río Madre de Dios, disfrutando de un paisaje excelso por lo casi virginal, se llega a una lodge en un recodo de este río donde el turista más exigente puede encontrar lo que desea. Pero, enseguida se va a dar cuenta de un ruido nefasto y persistente que se prolonga desde las 6 am hasta las 7 pm, tan fuerte y tan molestoso como el de un viejo generador de energía eléctrica. El lector se preguntará por la causa de esa grosera violación de un ambiente paradisíaco. Pues bien, no lejos de esa lodge, casi a la vista, existe una concesión minera para extraer oro instalada en pleno río Madre de Dios, con todo lo que esto implica, adicionalmente, en materia de contaminación de esas aguas secularmente puras a causa de la alta toxicidad del cianuro y de otras sustancias químicas incluidas en los relaves.
¿Intereses creados? ¿Torpeza de los burócratas que autorizaron esa concesión? ¿Parsimonia del Mincetur? ¿Cómo es posible que en un lugar donde debe rendirse culto a la naturaleza milenaria se haya dado luz verde a esos corsarios de la contaminación? ¿Qué cosa es más ventajoso para el Perú en este caso puntual de Madre de Dios? ¿Conservar ese patrimonio ecológico que es inagotable y que puede dar mucho más a las poblaciones adyacentes o de rematar su belleza basada en un delicado equilibrio ecológico a cambio de magros impuestos por un número mediocre de onzas de oro? Esta clase de turismo hacia lugares exóticos y casi vírgenes tiene enormes efectos multiplicadores. ¿Dónde está el Inrena? ¿Qué significa Parque Nacional para la gente pagada por el Estado en el Inrena?
El segundo caso está relacionado con el santuario de Machu Picchu. Muy cerca de esa maravilla mundial se ha construido el complejo "Machu Picchu Sanctuary Lodge" con vista al Huayna Picchu destinado a turistas exigentes que quieren darse el lujo de pasar algunas noches en el cielo del mundo gozando de los efluvios magnéticos de esa ciudadela milenaria. Empero, al parecer, las autoridades del lugar no han tenido mejor criterio que autorizar al frente de ese hotel el establecimiento de un paradero de buses, combis y taxis con su carga diaria de centenares de turistas (aproximadamente 2,500). Es de imaginar la bulla infernal que de seis a seis de cada día deben soportar aquellos turistas con habitaciones que miran a esa inusitada feria informal de viajeros. Y es de imaginar el fastidio de los turistas que hartos del ruido en su propia casa, tengan que sufrirlo en el lugar que menos esperan y, sobre todo, en ese hotel que al decir de un turista que conoció quien esto escribe "cuesta una pequeña fortuna"
¿Cómo así se pudo llegar a tamaño despropósito? Si la estructura geológica impuso esa opción, ¿no hay forma mediante el empleo de tecnologías sofisticadas que hoy se conocen que se pueda construir ese paradero a 500 metros antes de llegar a ese hotel? ¿Qué es lo que se quiere? ¿Privilegiar el turismo de mochileros? ¿Tienen las autoridades locales idea del enorme efecto multiplicador que dejaría el erigir a Machu Picchu en la Meca de todo turista que se precia de exigente?
Volvemos a lo mismo, la preservación del medio ambiente y el respeto del delicado equilibrio de los diversos y riquísimos eco-sistemas que tiene el Perú no solo tienen un valor en sí mismo, sino constituyen un componente esencial de los esfuerzos para convertir al Perú en un destino turístico obligado. Por eso, ahora que se habla, por fin, de crear un Ministerio de Medio Ambiente, nada mejor que sumarle la floreciente actividad del turismo por encontrarse ambos sectores de la actividad productiva íntimamente interrelacionados.
Se fomenta el turismo cultivando el respeto sacrosanto a las reservas naturales. La construcción de una imagen de acogida al turismo tiene que ser coherente y en interacción con el medio natural. No puede haber divorcio ni mucho menos un cruce temerario con la actividad minera, pues en términos estrictamente económicos mientras que la extracción de minerales tiene un plazo tope en el tiempo por agotarse el recurso, la actividad turística es inagotable, a fortiori si el celo por la preservación del medio ambiente se va perfeccionando año tras año.
La Razón, 15/02/2008
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