La conmemoración del Día Mundial del Medio Ambiente, instituido por la ONU hace 30 años y al cual se asocia nuestro país hace poco más de un decenio, da lugar ritualmente a la exposición de hechos y cifras que descubren nuestras pavorosas carencias. Decir que no somos el único país con tales retrasos sirve de escaso consuelo, pues siempre habrá alguno en peor situación. Pero resulta impresionante la cifra de US$ 8,200 millones de pérdidas anuales por deterioro ambiental dada por el BM.
No cabe duda de que, a medida que el ritmo de industrialización progresa, el deterioro del ambiente va en aumento. Tal ecuación, por cierto, no es mecánica ni forzosa. Pero la deforestación de inmensas áreas boscosas; la polución de mares, lagos y cursos de agua; la contaminación de la atmósfera y del subsuelo, o la desaparición de especies vegetales y animales y el calentamiento global son hechos macizos que suscitan preocupación mundial. Para frenarlos, y si es posible revertirlos, grupos crecientes de activistas se movilizan a lo largo y ancho del planeta.
La amplitud de tareas a realizar en materia de ecología y protección ambiental es abrumadora. Y más todavía en países como el nuestro, que cuenta con débiles y permisivas normas en la materia. Claro, la nota positiva que hace la diferencia este año es la creación del Ministerio del Ambiente, del que al menos se espera que acabe con la pugna entre dependencias burocráticas sectoriales que hasta hoy se han encargado de atomizar una labor que debe estar centralizada y con poder de fiscalizar a nivel nacional.
Al flamante Ministerio poner coto a los relaves y humos mineros, abandonados o arrojados impunemente a los ríos y atmósfera; a los estragos causados por el arrojo al mar de aguas servidas sin tratamiento; a los botaderos municipales que convierten el país en muladar; a la deforestación que avanza incontenible en la selva; a la polución de Lima y otras ciudades por el empleo de combustibles con plomo o azufre; a la depredación del bosque seco costero o la matanza impune de vicuñas y especies protegidas.
Antonio Brack ha comunicado al país que solo 20 distritos de 1800 tienen sistemas de tratamiento de desechos sólidos. Frente a ello pequeñas victorias como la reforestación de algunas áreas boscosas o el manejo racional de la vicuña a través de comunidades andinas son insuficientes. Por eso el Día del Medio Ambiente debe ser una jornada de lucha y reflexión, un día que debiera repetirse a menudo para denunciar nuestra irresponsabilidad ante las próximas generaciones.
No cabe duda de que, a medida que el ritmo de industrialización progresa, el deterioro del ambiente va en aumento. Tal ecuación, por cierto, no es mecánica ni forzosa. Pero la deforestación de inmensas áreas boscosas; la polución de mares, lagos y cursos de agua; la contaminación de la atmósfera y del subsuelo, o la desaparición de especies vegetales y animales y el calentamiento global son hechos macizos que suscitan preocupación mundial. Para frenarlos, y si es posible revertirlos, grupos crecientes de activistas se movilizan a lo largo y ancho del planeta.
La amplitud de tareas a realizar en materia de ecología y protección ambiental es abrumadora. Y más todavía en países como el nuestro, que cuenta con débiles y permisivas normas en la materia. Claro, la nota positiva que hace la diferencia este año es la creación del Ministerio del Ambiente, del que al menos se espera que acabe con la pugna entre dependencias burocráticas sectoriales que hasta hoy se han encargado de atomizar una labor que debe estar centralizada y con poder de fiscalizar a nivel nacional.
Al flamante Ministerio poner coto a los relaves y humos mineros, abandonados o arrojados impunemente a los ríos y atmósfera; a los estragos causados por el arrojo al mar de aguas servidas sin tratamiento; a los botaderos municipales que convierten el país en muladar; a la deforestación que avanza incontenible en la selva; a la polución de Lima y otras ciudades por el empleo de combustibles con plomo o azufre; a la depredación del bosque seco costero o la matanza impune de vicuñas y especies protegidas.
Antonio Brack ha comunicado al país que solo 20 distritos de 1800 tienen sistemas de tratamiento de desechos sólidos. Frente a ello pequeñas victorias como la reforestación de algunas áreas boscosas o el manejo racional de la vicuña a través de comunidades andinas son insuficientes. Por eso el Día del Medio Ambiente debe ser una jornada de lucha y reflexión, un día que debiera repetirse a menudo para denunciar nuestra irresponsabilidad ante las próximas generaciones.
La República, 05/06/2008
No hay comentarios:
Publicar un comentario