martes, 20 de mayo de 2008

Brack o el Ministerio Imposible

Señor don Antonio Brack Egg, ministro del Ambiente:

Con afecto y admiración antiguos, saludo en usted al mismo don Antonio, distinguido ecólogo e infatigable luchador que conocí hace muchos años en Villa Rica, notable santuario de colonos alemanes y austriacos donde sus padres y sus hermanos tenían una explotación modelo de café. Me encantaría felicitarlo, señor ministro, pero me detienen la duda, el temor y el asombro. No porque carezca usted de aptitudes, talento y méritos más que suficientes para el desempeño de su flamante cartera; no porque ignore usted adónde y cómo se deberá llegar para que el país salve lo poco sano que le queda en su medio ambiente, sino porque temo que la tarea que con tanto coraje asume es algo así como utópica y quimérica. Años ha, el brillante escritor británico Graham Greene publicó su estupenda novela El Ministerio del Miedo. Me parece que usted ha asumido el Ministerio Imposible.
A riesgo de parecerle derrotista o majadero, me permito una pequeña antología de los que me parecen obvios imposibles:
¿Ha pensado usted, señor ministro, en la cantidad de terrenos cercados y vigilados que precisará su ministerio para retirar de la circulación a cientos de miles de vehículos --micros, combis, ticos, carcochas, camiones, buses, motos, etc. etc.-- que circulan envenenando el aire libremente con sus horrendos gases y volviendo irrespirable nuestro medio?
¿Se imagina usted el pequeño problema de secuestrar y guardar por lo menos un tercio de la “población” automotriz del país que no pasaría ningún examen, suponiendo que hubiera exámenes?
¿Ha imaginado tal vez los conflictos que tendrá, de uno en uno, con todas las harineras, anchoveteras, atuneras, empacadoras, langostineras, marisqueras y pesqueras que utilizan conchas de abanico para abanicarse de toda norma, disposición, reglamento y prevención que exista sobre sus obligaciones ambientales y que han convertido el mar de Grau en una inmundicia? ¿Qué hacer? ¿Cerrarlas, de una en una, por ignorar sus obligaciones?
¿Cree usted que podremos rescatar, si quiera en parte, el llamado Santuario de Paracas después de tantas décadas de agresión despiadada por parte de empresarios cínicos, inclusive algún ministro de Estado entre ellos?
¿Y qué hará usted, señor ministro, con la inepta Sedapal, calamidad limeña por excelencia, castigo del mar y de la tierra? ¿Privatizarla en el primer mes de su gestión o continuar permitiendo los asquerosos vertederos de aguas servidas y sólidos defecados juntos a las poblaciones costeras? ¿Cómo espera evitar el que usted ha evaluado como el 75% de aguas residuales de todo el país arrojado a los ríos y el mar?
¿Y la minería informal? ¿Y el mercurio en los lavaderos de oro? ¿Y la minería formal-informal, que a duras penas esconde sus porquerías?
¿Y las chimeneas de los hospitales y clínicas donde creman todos sus residuos tóxicos?
¿Y...? Un largo “y...” que me hace pensar en la generosidad de una persona que conoce a fondo el tema y, no obstante, asume el ministerio imposible... ¡Mucha suerte, señor ministro!
Correo, 20/05/2008

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