Don Antonio Brack Egg, inaugural ministro del Ambiente, se merece el mayor de mis respetos. No soy muy aficionado a la proliferación de estos nidos de burócratas y espero que sea más o menos pequeño. En todo caso está muy bien si es lo que se necesita. Como dirían los gringos, “if that’s what it takes...”.
Sin embargo, debo coincidir con mi amigo y pariente Lucho Rey de Castro: ¿de qué nos sirve este ministerio si no tiene apoyo alguno? ¿Si la Policía Forestal no existe salvo para lucir sus simpáticos sombreritos en algunos desfiles? Tengo un amigo –y lo cuenta como gracia– que sale a cazar zorros y vizcachas por las serranías, con la incondicional colaboración de policías forestales, que sólo le piden un par de soles “pa la gaseosita”. ¿De qué nos sirve ese ministerio si no hay una policía honesta y valiente que haga desaparecer, de una vez y para siempre, a los millares de taladores ilegales de árboles en nuestra selva a quienes se debe tratar como a terroristas y narcotraficantes?
¿Qué ganamos con ese ministerio si no damos leyes draconianas que diezmen al Poder Judicial de su corrupta carroña? ¿Qué ganamos con ese ministerio si siguen sueltos millares de alcaldes provinciales y distritales cuyo principal hobby es talar árboles?
Otro ejemplo arequipeño, con las disculpas al lector, que se debe estar repitiendo día a día a todo lo largo y ancho del territorio nacional. En el diario CORREO, edición de Arequipa, aparece el siguiente titular: “Arrancaron de raíz árboles con más de 30 años de vida”. Medio centenar de molles, cerezos, sauces, vilcos y paltos, sembrados hace más de 30 años en la alameda Cuajone del pueblo joven Cerro Verde - Uchumayo, han sido arrancados de raíz por un cargador frontal de la municipalidad para sembrar cemento y “remodelar” la mencionada alameda. ¡Es decir! Si ya la puedo ver: una “alameda” sin un solo álamo, llena de banquitos de cemento, arcos del triunfo, monumentos a la madre, estatuas de “lonccos” y cuanta huachafería pueda caber en el cerebrito del alcalducho de un insignificante distrito. Ese sujeto –conjuntamente con más del 60% de los alcaldes peruanos– debe ser llevado a la cárcel sin juicio alguno y previa evaluación de la especie a la que pertenece. No lo conozco ni lo he visto, pero si camina erguido es, sin duda, un primate con un número de neuronas que haría aparecer a un orangután como Einstein. Además, y de eso estoy casi seguro, la tal “remodelación” valorizada en, digamos, 80 mil dólares, en realidad va a costar no más de 40 mil. ¿Dónde se va la diferencia? Pregúntale a las estrellas. Ya es tiempo que se apruebe una ley por la cual se obligue a los alcaldes a entregar todos los serruchos, sierras, tijeras y cuanta herramienta depredadora posean. Ya estuvo bueno. Que esa gentuza –que se orina en los pantalones con los gritos de los propietarios de combis– se vaya a sus covachas, debajo de las piedras de las cuales salieron. ¡Ah sí! Y de paso, otra ley derogando la tan “democrática” que permite a los peruanos elegir a las “autoridades” que elige.
Hasta más vernos.
Correo, 22/05/2008
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