El nombre les cae como anillo al dedo. No son ambientalistas completos. Son medio ambientalistas. Protegen lo que les conviene y ocultan lo que no. Atacan con furia a las grandes empresas, cuyos estándares de responsabilidad social, laboral y ambiental son altísimos. Apañan con descaro a los mineros informales, que contaminan con el mercurial azogue las tierras y los ríos. Enmudecen pese a la terrible comprobación de que miles de niños y niñas son vilmente explotados en las pozas de maceración de hojas de coca colmadas de ácido sulfúrico o en los lavaderos de oro de Madre de Dios. ¡Qué decir de las décadas en que empresas públicas arrasaron el mar peruano; desaparecieron con su irracional pesca la anchoveta; contaminaron hasta la insania nuestro litoral; hicieron de Chimbote un puerto irrespirable, de Ilo, una atmósfera ominosa, y de La Oroya, una de las diez ciudades más contaminadas del mundo!
UNO: ¿Dirán algo los medio ambientalistas acerca de la colmena en ruinas en que por hacinamiento ha quedado convertido Aguas Calientes, al pie de Machu Picchu? ¿Se atreverán a trasponer su línea de lo políticamente correcto para condenar a los cocaleros que destruyen el Huallaga? ¿Tendrán por ventura la decencia de decir algo con respecto a los millones de litros de aguas servidas que Sedapal arroja hace decenios a la Costa Verde? Por supuesto que no. Mucho más fácil para ellos es mirar hacia arriba, hacia la estratósfera, y calcular el tamaño del hueco en la capa de ozono.
DOS: Fieles a su estilo, ahora los medio ambientalistas sacan a relucir cacofónicas argucias seudojurídicas para poner en entredicho la creación del Ministerio del Ambiente. Argumentan que ésta debió emanar del Congreso de la República y no de un decreto por delegación. Claro. Les hubiera encantado inflar hasta la obesidad el dispositivo y convertirlo en una Ley Frankenstein llena de ataduras ideológicas. Una vez más, el hemiciclo se habría convertido en cúlmine escenario verborreico e insustancial, para regocijo de nacionalistas y upepistas.
TRES: Ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Aún así, bastaría que los contraten, que les ofrezcan determinada consultoría o que los inviten a participar en algún comité de “vigilancia” del nuevo ministerio para que las críticas desaparezcan.
CUATRO: ¡Defendamos el medio ambiente! Hagámoslo desde una perspectiva técnica y desprejuiciada. Pero, sobre todo, hagámoslo sin prestar oído a los ideologismos de nuevo cuño de quienes disfrazan su hostilidad a la inversión, a la modernidad y al desarrollo sostenible bajo el manto de un ambientalismo remendado y tuerto.
Correo, 23/05/2008
No hay comentarios:
Publicar un comentario