Parecería una película hollywoodense de "desastre ficción". Lamen- tablemente, no lo es. Los glaciares de nuestro Ande se están descongelando, las temperaturas aumentan y el agua --ese bien preciado y escaso en el Perú-- en unos años será un artículo de lujo. No es exageración. Según el Instituto Nacional de Recursos Naturales, nuestras montañas andinas han perdido por lo menos 22% de su superficie glaciar desde 1970 y el deshielo está acelerándose. Cualquiera que haya vivido o viajado por nuestro Ande hace dos o tres décadas no encontrará hoy las nieves que antes cubrían muchos parajes.
Pero mientras la naturaleza sigue su curso, las sociedades también. En nuestro país, los conflictos por los recursos naturales vienen en aumento. La población desconfía del Estado y de algunas empresas debido a una secular mala política en sus actividades extractivas, que funcionaba como una especie de embudo: "Todo para mí, nada para ti". Hoy Áncash, Cajamarca, Piura, Pasco, Moquegua, Puno y Cusco enfrentan una serie de conflictos entre la población y empresas privadas que afectan los procesos de inversión y desarrollo que podrían tener estas regiones.
Son solo dos de las razones --aunque muy poderosas-- para saludar la iniciativa presidencial de crear un ministerio del medio ambiente. El Perú necesita una entidad, con respaldo político y económico, que vele por los recursos naturales, que devuelva la confianza a la población en la empresa privada extractiva y que asuma el reto de promover la inversión privada, pero sin descuidar el bienestar de la población.
Se trata de un ministerio clave en la gestión gubernamental moderna. Una autoridad ambiental vigorosa no es un escollo para la inversión y el bienestar sino más bien, una poderosa herramienta para generarlo: España, Colombia (creado en 1993 como Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial), Ecuador (creado en 1996) y el año pasado Chile, cuya presidenta ha dicho "el desarrollo no tiene por qué entrar en pugna con el cuidado del medio ambiente".
Al presentar el proyecto, el presidente García ha señalado que el ministerio del medio ambiente tendría entre sus funciones "cumplir y hacer cumplir las normas ambientales, ejerciendo la potestad sancionadora que corresponda". Emitiría opinión técnica previa en aquellos proyectos de inversión de todos los sectores productivos que consideren actividades o acciones que modifiquen el estado de los recursos naturales o puedan afectar áreas naturales protegidas. Es crucial, en este sentido, que abarque el sector minero y el petrolero. Dada la trayectoria de Antonio Brack Egg, recién nombrado presidente de la comisión que preparará la propuesta, es de confiar que sean considerados aspectos fundamentales como este.
No cabe duda de que para algunos pocos inversionistas, nacionales o extranjeros, acostumbrados a saltarse todas las legislaciones con garrocha, esta noticia les debe haber sabido a chicharrón de sebo. De ser adecuadamente delineado y de ser parte de una estrategia política consistente, es una excelente noticia para los que creen que solo con inversiones respetuosas de la colectividad y del medio ambiente, el desarrollo es sostenible y genera riqueza a todo nivel.
Y es que en estos tiempos de globalización, cada vez son más los consumidores que exigen productos producidos con responsabilidad social. El mismo TLC con Estados Unidos marca esa misma pauta. Las colectividades de hoy ya no son las de antes; saben que son dueñas de una parte de esa riqueza que ha pasado delante de sus narices por mucho tiempo.
Es absolutamente esencial que el flamante ministerio cuente con efectivo apoyo político del Gobierno; igualmente, con la mayor autonomía para diseñar y ejecutar una política ambiental también efectiva. Y que su titular sea un hombre o mujer con principios claros y con capacidad de soportar grandes presiones. Si todo eso se cumple, entonces estaremos frente al ministerio del futuro.
Pero mientras la naturaleza sigue su curso, las sociedades también. En nuestro país, los conflictos por los recursos naturales vienen en aumento. La población desconfía del Estado y de algunas empresas debido a una secular mala política en sus actividades extractivas, que funcionaba como una especie de embudo: "Todo para mí, nada para ti". Hoy Áncash, Cajamarca, Piura, Pasco, Moquegua, Puno y Cusco enfrentan una serie de conflictos entre la población y empresas privadas que afectan los procesos de inversión y desarrollo que podrían tener estas regiones.
Son solo dos de las razones --aunque muy poderosas-- para saludar la iniciativa presidencial de crear un ministerio del medio ambiente. El Perú necesita una entidad, con respaldo político y económico, que vele por los recursos naturales, que devuelva la confianza a la población en la empresa privada extractiva y que asuma el reto de promover la inversión privada, pero sin descuidar el bienestar de la población.
Se trata de un ministerio clave en la gestión gubernamental moderna. Una autoridad ambiental vigorosa no es un escollo para la inversión y el bienestar sino más bien, una poderosa herramienta para generarlo: España, Colombia (creado en 1993 como Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial), Ecuador (creado en 1996) y el año pasado Chile, cuya presidenta ha dicho "el desarrollo no tiene por qué entrar en pugna con el cuidado del medio ambiente".
Al presentar el proyecto, el presidente García ha señalado que el ministerio del medio ambiente tendría entre sus funciones "cumplir y hacer cumplir las normas ambientales, ejerciendo la potestad sancionadora que corresponda". Emitiría opinión técnica previa en aquellos proyectos de inversión de todos los sectores productivos que consideren actividades o acciones que modifiquen el estado de los recursos naturales o puedan afectar áreas naturales protegidas. Es crucial, en este sentido, que abarque el sector minero y el petrolero. Dada la trayectoria de Antonio Brack Egg, recién nombrado presidente de la comisión que preparará la propuesta, es de confiar que sean considerados aspectos fundamentales como este.
No cabe duda de que para algunos pocos inversionistas, nacionales o extranjeros, acostumbrados a saltarse todas las legislaciones con garrocha, esta noticia les debe haber sabido a chicharrón de sebo. De ser adecuadamente delineado y de ser parte de una estrategia política consistente, es una excelente noticia para los que creen que solo con inversiones respetuosas de la colectividad y del medio ambiente, el desarrollo es sostenible y genera riqueza a todo nivel.
Y es que en estos tiempos de globalización, cada vez son más los consumidores que exigen productos producidos con responsabilidad social. El mismo TLC con Estados Unidos marca esa misma pauta. Las colectividades de hoy ya no son las de antes; saben que son dueñas de una parte de esa riqueza que ha pasado delante de sus narices por mucho tiempo.
Es absolutamente esencial que el flamante ministerio cuente con efectivo apoyo político del Gobierno; igualmente, con la mayor autonomía para diseñar y ejecutar una política ambiental también efectiva. Y que su titular sea un hombre o mujer con principios claros y con capacidad de soportar grandes presiones. Si todo eso se cumple, entonces estaremos frente al ministerio del futuro.
El Comercio, 18/01/2008
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